sábado, 2 de diciembre de 2017

Los eufemismos

Para qué decir las cosas como son si podemos hablar con eufemismos? El eufemismo es una expresión más decorosa y aceptable que sustituye a otra que puede resultar fuerte, de mal gusto u ofensiva. Nuestro vocabulario está lleno de términos eufemísticos y muchas veces los usamos sin siquiera recordar la expresión que le dio origen. 

Algunos eufemismos encubren realidades sociales a las que es mejor no llamarles por su nombre. Por ejemplo, se habla de “países en vías de desarrollo” para referirse a países donde los sueldos de la mayoría no alcanzan, pero que ahí la llevan. En estos países los gobiernos le piden sin tapujos a los “menos favorecidos” -los pobres de ayer, hoy y siempre- que durante “la crisis económica” -el estado permanente de las cosas- “se aprieten el cinturón”, es decir, que le hagan como puedan y coman lo que haya. Cuando hay despidos de trabajadores se dice que es un “recorte estratégico de la plantilla laboral” y cuando hay un gasolinazo se habla de un “ajuste al precio del combustible”. 

Los noticieros son un catálogo de términos eufemísticos. En ellos se habla del “presunto responsable de un crimen” cuando se encontró al sujeto con el cuchillo en la mano y el cuerpo del “hoy occiso” -el muertito- a un lado. Se dice “conflicto armado” por guerra, “privación ilegal de la libertad” por secuestro y “centro de readaptación social” por cárcel, cuando sabemos que todo puede suceder en esos sitios menos readaptarse socialmente. 

Otros eufemismos son los que conocemos como términos políticamente correctos y que se usan para no ofender a las personas a las que hacen referencia. Aquí un breve listado: 

Personas con discapacidad. Antes se hablaba de un ciego, un inválido, un cojo o un manco con el mayor desparpajo. Ahora esas expresiones rayan en lo insultante y es mejor no usarlas, so pena de sufrir un buen jalón de orejas. A menos que usted haya nacido con una malformación llamada Anotia y le falten las orejas, en cuyo caso usted podría padecer sordera o, dicho con más propiedad, “pérdida bilateral de la audición”. 

Mujer de la vida galante. También se le puede llamar mujer de la calle o sexo servidora. La palabra puta pasó radicalmente del vocabulario laboral al de las ofensas, con dedicación especial a las hermanas y a las progenitoras, para no decir madres, que en este contexto también suena fuerte. 

Adulto en plenitud. Hablar de viejitos o ancianos ya no es lo de hoy, es mejor hablar de personas de la tercera edad o adultos mayores. Ya entrados en eufemismos, también podríamos llamarles personas con juventud acumulada. 

Afroamericano. Este es el término políticamente correcto por antonomasia. Cualquiera que llame negro a un individuo de sangre africana es tildado de racista y correrá con una suerte negra. 

Es condición sine qua non que el sujeto al que se designa con este apelativo tiene que haber nacido en América, de no ser así podría tratarse de un afroeuropeo, afroaustraliano, afroasiático o afroafricano. 

Empleada doméstica. Se usa en lugar de sirvienta. La polémica viene de la idea de que esta palabra hace referencia a quien sirve a personas de mayor jerarquía y por ello tiene un tufo a clasismo que es inapropiado en los tiempos modernos. Otras formas alusivas son “chacha”, “criada” y “fámula”. Aún se pueden ver anuncios de empleo que dicen “Se solicita sirvienta” y, que yo sepa, las chicas que acuden al llamado no se dan por ofendidas. 

Esta palabra me hizo recordar a una “doméstica” que trabajó con nosotros y tenía “el hábito indebido de adjudicarse a discreción insumos de propiedad privada para hacer usufructo potestativo”, es decir, tenía la maldita costumbre de robarnos todo cuanto se le antojaba: servilletas, papel de baño, jabón, toallas, azúcar, para sacarle provecho en su casa. Cuando le demostramos que estábamos al tanto de sus tropelías y le pedimos su renuncia, la “azafata del hogar” respondió con una demanda y nos despojó de una suma que se convirtió en una resta para nuestra economía y que ya no quiero recordar. 

En las relaciones interpersonales también hacemos uso de una extensa variedad de eufemismos. Cuando decidimos terminar una relación solemos recurrir al clásico “creo que nuestro ciclo ha llegado a su fin” y lo justificamos con un “no eres tú, soy yo”, por no decir que ya estamos hasta el gorro. 

La lista es muy larga y todos echamos mano de ella llegado el caso. Hay eufemismos para toda ocasión. Por ejemplo, se me vino a la mente uno que usamos todos diariamente y que en este momento es muy oportuno: “voy a hacer pipí”. Con permiso. 

@jmportillo

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